miércoles, 17 de febrero de 2010
NECESIDAD DE AUTORIDAD ECONÓMICA MUNDIAL
jueves, 11 de febrero de 2010
Sobre propiedades y especulaciones
martes, 9 de febrero de 2010
¿Racionalidad del mercado o racionalidad del poder del dinero?
Pero ¿quién es el Mercado? ¿No será lo mismo que eran “Socialistas e intervencionistas” para uno de los padres del “Movimiento Neoliberal”?
Oigamos el presupuesto básico de Ludwig von Mises:
“Lo único que en este orden de ideas cabe proclamar es que los estudios económicos aspiran a analizar los precios monetarios de los bienes y servicios que, en el mercado, se intercambian”.
Sin embargo hay una cosa que no se intercambia, y que tiene una importancia enorme y es anterior incluso al Mercado: EL PODER.
El poder no se intercambia. El poder SE IMPONE. Si no, no sería poder.
El problema del siglo XX ha sido no tanto el poder que siempre ha existido. Sino la aparición de “poderes globales” tal como concibió Marx. Si bien entonces eso se llamó “socialismo” olvidándose que en el fondo se constituía y se buscaba un poder global, ahora es el “Mercado” como tal, el que se pretende “poder global” que escapa al control de los individuos.
Releemos un texto en el que Ludwig von Mises critica a los socialistas e intervencionistas con toda la razón del mundo. Pongamos en lugar de socialistas “Mercado” y en lugar de intervencionistas, “neoliberalistas” y veremos una “ideología” tan “feroz”(1) como la ideología socialista en su momento, tanto en lo que se refiere a la “especulación de apetencias” como a la “retribución de los salarios”.
Ludwig von Mises. La acción humana. Tratado de Economía. 1968. Madrid. Sopec. pp.814-815
Socialistas e intervencionistas, sin embargo, en su impugnación de la economía de mercado, parten de dos graves errores.
Comienzan por olvidar la condición forzosamente especulativa de todo intento de proveer a la satisfacción de necesidades futuras, es decir, la especulación implícita en toda acción humana. Con manifiesta candidez creen perfectamente saber cómo, dentro de lo posible, cabe mejor atender las apetencias de los consumidores. El jerarca (o la corporación rectora la producción) —piensan— bajo un régimen socialista no tendrá por qué especular sobre el futuro. El jefe "simplemente producirá aquello que más beneficioso sea para sus súbditos. El planificador jamás advierte que el problema económico, entero, consiste en prever necesidades futuras, que pueden ser totalmente distintas a las actuales, y en aprovechar los existentes factores de producción efectivamente disponibles modo que mejor permitan satisfacer esas inciertas necesidad futuras. Incapaz es de comprender que la gran dificultad estriba en distribuir los siempre escasos factores económicos entre las diversas producciones posibles, de tal suerte que ninguna necesidad considerada más acuciante quede insatisfecha haber sido invertidos —es decir, malgastados— los correspondientes factores de producción en atender otra menos apremiante. He ahí el problema económico por excelencia, que jamás debe confundirse con las cuestiones y dificultades de orden técnico. La técnica tan sólo nos indica qué puede en cada momento realizarse dado los progresos a la sazón conseguidos por la investigación científica. Nada, sin embargo, nos dice acerca de cuáles cosas, entre las múltiples posibles, conviene más producir, ni, menos aún, en qué cuantía ni con arreglo a qué métodos. Los partidarios de la economía planificada, así desorientados, suponen que el jerarca podrá siempre acertadamente ordenar la producción. Empresarios y capitalistas, bajo la economía de mercado, con frecuencia cometen graves errores por cuanto no saben qué quieren los consumidores ni cómo van a actuar sus competidores. El director socialista, en cambio resultará infalible, pues él tan sólo será quien decida qué cómo haya de producirse, sin que ajenas actuaciones puedan perturbar los correspondientes planes (9).
En un segundo grave error incide la crítica socialista de economía de mercado, yerro éste provocado por la equivocada doctrina salarial que tales ideólogos mantienen. No acierta en efecto, el teórico del socialismo a comprender que el salario es el precio pagado por la obra específica que el tratador ejecuta, el precio de la concreta contribución del asalariado a la realización de la operación de que se trate, el precio —como dicen las gentes— de ese mayor valor que los respondientes materiales cobran una vez queda agregada mismos la aportación laboral objeto de retribución. El patrono lo que invariablemente adquiere —sean los salarios pagados temporariamente o por unidad producida— no es el tiempo del operario, sino específica obra, concreta performance .Por eso resulta totalmente inexacto decir que el trabajador, bajo una economía libre, no pone interés personal en la labor realizada. Yerran del modo más grave los socialistas cuando aseguran que no se ve el sujeto acicateado por su propio egoísmo a trabajar con la mayor eficiencia cuando se le paga el salario por horas, semanas, meses o años. Son, por el contrario, muy interesadas consideraciones —y no altos ideales ni sentimiento alguno del deber— lo que al trabajador temporariamente pagado induce a laborar con diligencia, evitando toda ociosa pérdida de tiempo. Quien trabaja más y mejor—en igualdad circunstancias—también gana más. El que quiere incrementar sus ingresos sabe —invariados los restantes datos— que ha incrementar la cuantía o mejorar la calidad de su aportación laboral. Harto difícil resulta, como bien sabe todo empleado-haragán y marrullero, engañar al severo patrono; más fácil no hay duda, pasarse la mañana leyendo el periódico en oficina pública que en una empresa privada. Muy tonto el trabajador que no advierta cómo sanciona el mercado ¡holgazanería y la ineficiencia en la labor.
9. La evidencia de que el cálculo económico es imposible bajo el socialismo proorciona sólidos razonamientos para refutar aquella falacia.
10. “La evidencia de que el cálculo económico es imposible bajo el “neoliberalismo” proporciona sólicos razonamientos para refutar aquella falacia”
No pongo en duda el fracaso total de la “economía planificada” pero pongo en absoluta duda que la “economía especulativa” del neoliberalismo sea la solución.
1Para ver qué es una explicación feroz véase Wikipedia artículo “Explicación”.
No es cuestionable que el hombre sensato tiene que especular, sobre el futuro suyo y de su grupo. La cuestión puede tal vez aclararse si definiéramos adecuadamente qué debemos entender por especular.... y qué tipos de especulaciones son las adecuadas o inadecuadas. La solución .... otro día.
miércoles, 13 de mayo de 2009
¿Acabarán comprendiendo algunos?
Dean Baker
Como guante a la medida, un impuesto a las transacciones financieras [FTT, por sus siglas en inglés; T.] les iría de maravilla a todos esos banqueros e inversores de Wall Street. Un impuesto modesto, que sería demasiado pequeño para que el inversor medio lo notase, podría recaudar fácilmente más de 100 mil millones de dólares al año. Eso es dinero de verdad, incluso en el terreno de los rescates a AIG y Citigroup.
Los chicos de Wall Street y los políticos a los que dan su apoyo odian que la gente hable de un impuesto de este tipo. Empiezan a enfurruñarse y resoplar y sacan a sus mejores portavoces para rápidamente desestimar este tipo de visiones tan ingenuas que esgrimen los no iniciados en el complejo mundo de las finanzas. Este descrédito tan arrogante suele ser suficiente para alejar a periodistas e informadores de dicha idea, y para desanimar a la mayoría de grupos de interés y resto políticos de hacer presión en serio sobre esta cuestión.
Pero en el caso de aquellos que no se dejan intimidar fácilmente por los banqueros fanfarrones y sus voceros (que incluyen a muchos economistas), un FTT tiene todo el sentido del mundo. El porqué es bastante sencillo.
Un impuesto del 0,25% sobre la venta o compra de un activo afectará muy poco a alguien que planee mantenerlo durante 5-10 años como inversión a largo plazo. Un impuesto así costaría 25 dólares en el momento de la compra a alguien que adquiera 10.000 dólares de acciones de IBM. Si el precio se dobla en diez años, luego tendrá que pagar 50 dólares cuando las venda. Estas cantidades resultan ridículas al lado de lo que tendrá que pagar de impuestos sobre ganancias del capital.
Del mismo modo, si un granjero tiene que pagar un impuesto del 0,02% al comprar futuros para asegurar su cosecha de trigo, el coste por asegurar una cosecha por valor de 400.000 dólares sería de 80 dólares. Esta cantidad tendría muy poco efecto en su decisión de asegurar la cosecha o en las ganancias que obtendrá por ella. De hecho, como el precio de negociar acciones, futuros y otros activos financieros ha caído fuertemente durante las últimas tres décadas, un impuesto modesto sobre las transacciones solamente haría subir su coste a precios de hace 15 o 20 años.
Un pequeño aumento de los costes de transacción sería una carga muy manejable para quienes que utilizan los mercados financieros para sostener sus actividades productivas económicamente. Sin embargo, impondría un coste mucho más serio para aquéllos que ven el mercado financiero como un casino en el que hacer sus apuestas cada día, hora o minuto. Los especuladores que cuentan con meterse en el mercado a las 2 de la tarde y recoger sus ganancias a las 3 son los que estarían sujetos a un riesgo mucho mayor si tuviesen que pagar un impuesto a las transacciones financieras, por modesto que fuera.
Del mismo modo, los ingenieros financieros que se especializan en desarrollar complejos instrumentos financieros puede que consideren un FTT un fastidio. Un FTT podría implicar que sus instrumentos derivados fuesen gravados en varios momentos distintos. Por ejemplo, la adquisición de una opción sobre una acción sería gravada, así como lo sería también la compra en si misma de la acción si ésta se ejecutase. Derivados más complejos podrían acabar sujetos al impuesto varias veces, reduciendo sustancialmente el beneficio potencial generado por la mera complejidad.
Los de Wall Street y sus voceros insistirán en que un FTT no se puede obligar a pagarlo fácilmente, y que simplemente provocaría una huída del comercio hacia otros países. Hay sin embargo un pequeño problema con este argumento, llamado "Reino Unido". El Reino Unido ha tenido en vigor un impuesto sobre las compraventas de acciones durante décadas (las transacciones de derivados y otros instrumentos financieros no están gravadas). La cantidad que se recauda cada año sería el equivalente en la economía estadounidense a 30 mil millones de dólares. Obviamente, este impuesto puede conseguirse que se pague.
De hecho, podemos ir más lejos que el Reino Unido y añadir otras medidas para hacer que la obligación de pago sea más divertida. Por ejemplo, podemos dar a los trabajadores un incentivo para que informen sobre el fraude de sus jefes dándoles un 10% de cualquier ingreso o multa que recaude el gobierno. Debe haber sin duda muchos oficinistas en el sector financiero que agradecerían tener la oportunidad de convertirse en millonarios simplemente delatando a sus jefes.
Por otro lado, está claro que la posibilidad de que la industria financiera se vaya a otros países no debería preocuparnos en absoluto. ¿Porqué debería preocuparnos más el tener que comprar nuestros servicios financieros a otros países de lo que nos preocupa tenerles que comprar nuestro acero? Si el sector se va a otro país, entonces será también para corromper a los políticos de otro país.
El argumento es pues simple. Un FTT podría permitirnos recaudar más de 100 mil millones de dólares al año para poder financiar la sanidad pública o cualquier otra partida presupuestaria que consideremos necesaria. Lo hace de una forma muy progresiva en términos fiscales y debilitaría la influencia del sector financiero tanto política como económicamente. De hecho incluso Larry Summers, el jefe del Consejo Económico Nacional del Presidente Obama, ha dicho alguna vez que un FTT es una buena idea.
Como nos recordaba el Presidente Obama en referencia a las bonificaciones en los sueldos de AIG, no podemos gobernar con odio. Sin embargo, podemos gobernanr con un claro sentido de la justicia y la buena economía. Un impuesto a las transacciones financieras cumple con ello.
Dean Baker es co-director del Center for Economic and Policy Research (CEPR). Es autor de Plunder and Blunder: The Rise and Fall of the Bubble Economy.
Traducción para www.sinpermiso.info: Xavi Fontcuberta
martes, 24 de marzo de 2009
LOS EJECUTIVOS-PUTAS
El "mercado" es su discurso. Veamos ahora su realidad.
Y la realidad no es otra que la consecuencia de la aplicación de la teoría que han aplicado con todo rigor: el "trabajo como mercancía".
Me recuerda el problema de las putas.
Cuando hablamos de las putas solemos pensar en "la calle" a lo más en el "club" de carretera. Poco o nada en esas "de lujo" auténticas profesionales de la belleza y el encanto.... con "glamour" cuyo éxito se mide "sobre todo" cuando cazan un "mirlo blanco" y logran llevarle al altar para despellejarle luego.
De la misma forma cuando pensamos en el trabajo como mercancía solemos pensar en los trabajadores que tienen que vender a la baja su mercancía por la dura competencia de la mano de obra barata...
Por fin se ha puesto sobre el tapete que lo que estaba ocurriendo con esta gente de los altos ejecutivos era un disparate. ¿En qué ha consistido su trabajo? ¿qué valor específico era el suyo?
Desde luego su preparación, su capacidad de comerle el coco al personal, con sus "masters" de altos costes, y sus presentaciones de "ideas geniales".
El resultado se mide en valer ante todo para "saber comer el coco" a las grandes empresas..., igual que las putas de alto standing con sus arreglos y estéticas de altos costes y el manejo del "arte de la persuasión". ¡Y en eso consiste su éxito de ambos! en ligarse a los "grandes".
Hasta tal punto llegan a ser "objetos de deseo" que todavía el presidente de la AIG justifica el tener que pagarlos, "porque si no no podrían a aspirar a tener los mejores"... es decir igual que los viejos verdes esos que no tratan solo de echar el polvo sino poder presumir de haberse llevado a "la mejor".
Pasa luego con eso que ellas/os.... ¡tienen derecho a llevárselo calentito! ¡encima la ley está de su parte!
¿Nos habremos dado cuenta de una vez por todas de las tonterías que hacemos cuando lo que nos guía es "llevarnos al mejor", "imitar al mejor", "ser como el mejor"?
¡¡¡CUESTIÓN DE PROPAGANDA!!!
¿Alguien se acuerda de aquel vasco, o con apellido vasco, o de aquel "Conde", que era un "gestor" tan apetecido que en muy pocos años se pasearon por todas las grandes empresas, para dejarlas luego.... cuando menos llenas de pleitos... pero ellos con las manos llenas?
¿Eran la excepción que confirma la regla o, por el contrario, la regla que se confirma con la excepción?
ESTA ES LA CUESTIÓN QUE TIENEN QUE RESOLVER LOS QUE NOS GOBIERNAN.
sábado, 24 de enero de 2009
Decíamos ayer
Angel Urbide propone una solución todavía más eficaz que todo el chorro de dinero que el gobierno, es decir, nosotros, la sociedad, ha puesto a disposición de la banca y que no muestra su eficacia porque ese dinero no se está utilizando en dar créditos, sino en "sanear balances" que garanticen la "salud del banco".
Solución: Que sea el Estado quien compre los activos contaminados que son la causa de todo este descalabro económico mundial.
Y digo yo.... ¿Por qué no nacionalizamos de una vez la banca? O al menos aquellos bancos que recibido el dinero público siguen sin dar créditos. De hecho ya se ha planteado el asunto en algún caso concreto de algunos países.
Porque lo que está dejándose ver por ahora es que "el mercado ha sido el problema" pero.... tampoco "el mercado está siendo la solución" contra todo lo que nos han estado diciendo los neocons liberales durante tanto tiempo. "El Estado es el problema" ¿no lo vamos a recordar ahora?
Ahora ya descarada y descarnadamente la solución es: El Estado.
No soy partidario de la nacionalización de la banca. Pero tampoco que la sociedad pueda depender de tal forma de la voluntad de de unos pocos y de su estabilidad como empresa, que están utilizando el dinero de todos a sanear sus balances capitalizando el dinero que reciben del Estado y se olvidan de cumplir una función social tan o más importante como es el mantener el sistema crediticio que hace posible el engranaje de la economía.
Sigo pensando que el Gobierno debe informar del dinero que se le da a cada entidad y el volumen de crédito que mueven al mes. Y que los ciudadanos podamos tomar y participar en decisiones que nos afectan a todos.
Comprar activos contaminados no digo que sea mala solución, pero también requiere un estudio caso por caso; que tal vez alguna entidad tenga que sucumbir ante su mala gestión.
¿O es que únicamente se cierran empresas y se van al paro los hombres de la economía real y no los financieros? Porque el mal uso del dinero también tendrá que tener consecuencias personales, ¿o no? Porque las empresas y los parados de las empresas, esos sí que no tienen ninguna culpa.
Tal vez el daño personal de quien pierde "inversiones", que al fin y al cabo es dinero que uno ha ahorrado porque de alguna manera le sobra, es menor que el de quien pierde su trabajo y no tiene inversión alguna porque su sueldo no le ha dado para tanto.
Y es de suponer que la alabada y saneada banca española sí podrá hacer frente los depósitos garantizados. Amén.
¿O tenemos que seguir manteniendo nuestra credibilidad en la gestión de los bancos que no se fían de nuestra credibilidad a la hora de facilitarnos créditos para la gestión de nuestran empresas?
viernes, 16 de enero de 2009
¿Tenemos que confiar en los bancos? Sí, pero...
Los bancos habían perdido la credibilidad entre ellos, pero era necesaria nuestra credibilidad para con ellos; no retirar nuestros fondos.... para que el sistema...... pudiera continuar.
Al mismo tiempo el Estado, es decir, la sociedad, es decir, nosotros insuflamos buenos chorros de dinero a los bancos para que "pudieran sanear sus cuentas" y con la intención de que pudieran empezar a dar créditos a las empresas y particulares.
El Presidente del Gobierno, y el parón económico empieza a sentir que aún no están dando créditos. Lo que podemos pensar que es que todavía no han saneado sus cuentas. ¿Por eso no pueden dar créditos?
Y yo empiezo a pensar que no puedo tener mi dinero en un banco que tiene las cuentas tan poco saneadas que no puede dar créditos. Así que creo que vamos a tener que empezar a llevar nuestro dinero a los bancos que merezcan nuestra credibilidad. Y eso se puede manifestar en su capacidad de hacer el servicio social para el cual les entregamos nuestros activos, que ahora urgentemente es ayudar a mantener y poner en marcha las empresas que tengan credibilidad.
¿Hasta dónde va a llegar este pozo sin fondo en el que se están convirtiendo la falta de credibilidad que se tienen los bancos entre sí, y que estamos pagando los ciudadanos por la falta de créditos?
El tema es muy delicado, sí, pero tampoco podemos estar en manos de quien no sirve. Si algún banco, no lo deseo, tiene que quebrar, pues así le podemos ayudar un poco a ello y no seguir siendo un fardo pesado para la economía de los demás. También están quebrando empresas por su culpa y mucha gente se está yendo al paro.
No podemos pensar que esta Banca española tan alabada en su gestión, permanezca muda ante las necesidades sociales. ¿O tampoco nuestra banca estaba tan bien como se nos ha hecho creer?
Por ello el gobierno debería informar de los dineros que ha recibido cada banco así como el volumen de crédito que está concediendo cada banco a las empresas y particulares.
Luego los ciudadanos podrían tomar sus decisiones. Que las decisiones económicas de los ciudadanos no sean solo consumir.... que los bancos nos ayuden a producir.