martes, 9 de febrero de 2010

¿Racionalidad del mercado o racionalidad del poder del dinero?

Cuando las ideologías enmascaran intereses de poder

Ahora que estamos en una crisis porque los “Mercados” han perdido la confianza.... ¿en qué? En lo que han generado “algunos” basados fundamentalmente en que el “Mercado es la Solución y el Estado el problema”.

Pero ¿quién es el Mercado? ¿No será lo mismo que eran “Socialistas e intervencionistas” para uno de los padres del “Movimiento Neoliberal”?

Oigamos el presupuesto básico de Ludwig von Mises:

“Lo único que en este orden de ideas cabe proclamar es que los estudios económicos aspiran a analizar los precios monetarios de los bienes y servicios que, en el mercado, se intercambian”.

Sin embargo hay una cosa que no se intercambia, y que tiene una importancia enorme y es anterior incluso al Mercado: EL PODER.

El poder no se intercambia. El poder SE IMPONE. Si no, no sería poder.

El problema del siglo XX ha sido no tanto el poder que siempre ha existido. Sino la aparición de “poderes globales” tal como concibió Marx. Si bien entonces eso se llamó “socialismo” olvidándose que en el fondo se constituía y se buscaba un poder global, ahora es el “Mercado” como tal, el que se pretende “poder global” que escapa al control de los individuos.

Releemos un texto en el que Ludwig von Mises critica a los socialistas e intervencionistas con toda la razón del mundo. Pongamos en lugar de socialistas “Mercado” y en lugar de intervencionistas, “neoliberalistas” y veremos una “ideología” tan “feroz”(1) como la ideología socialista en su momento, tanto en lo que se refiere a la “especulación de apetencias” como a la “retribución de los salarios”.

Ludwig von Mises. La acción humana. Tratado de Economía. 1968. Madrid. Sopec. pp.814-815

Socialistas e intervencionistas, sin embargo, en su impugnación de la economía de mercado, parten de dos graves errores.

Comienzan por olvidar la condición forzosamente especulativa de todo intento de proveer a la satisfacción de necesidades futuras, es decir, la especulación implícita en toda acción humana. Con manifiesta candidez creen perfectamente saber cómo, dentro de lo posible, cabe mejor atender las apetencias de los consumidores. El jerarca (o la corporación rectora la producción) —piensan— bajo un régimen socialista no tendrá por qué especular sobre el futuro. El jefe "simplemente producirá aquello que más beneficioso sea para sus súbditos. El planificador jamás advierte que el problema económico, entero, consiste en prever necesidades futuras, que pueden ser totalmente distintas a las actuales, y en aprovechar los existentes factores de producción efectivamente disponibles modo que mejor permitan satisfacer esas inciertas necesidad futuras. Incapaz es de comprender que la gran dificultad estriba en distribuir los siempre escasos factores económicos entre las diversas producciones posibles, de tal suerte que ninguna necesidad considerada más acuciante quede insatisfecha haber sido invertidos —es decir, malgastados— los correspondientes factores de producción en atender otra menos apremiante. He ahí el problema económico por excelencia, que jamás debe confundirse con las cuestiones y dificultades de orden técnico. La técnica tan sólo nos indica qué puede en cada momento realizarse dado los progresos a la sazón conseguidos por la investigación científica. Nada, sin embargo, nos dice acerca de cuáles cosas, entre las múltiples posibles, conviene más producir, ni, menos aún, en qué cuantía ni con arreglo a qué métodos. Los partidarios de la economía planificada, así desorientados, suponen que el jerarca podrá siempre acertadamente ordenar la producción. Empresarios y capitalistas, bajo la economía de mercado, con frecuencia cometen graves errores por cuanto no saben qué quieren los consumidores ni cómo van a actuar sus competidores. El director socialista, en cambio resultará infalible, pues él tan sólo será quien decida qué cómo haya de producirse, sin que ajenas actuaciones puedan perturbar los correspondientes planes (9).

En un segundo grave error incide la crítica socialista de economía de mercado, yerro éste provocado por la equivocada doctrina salarial que tales ideólogos mantienen. No acierta en efecto, el teórico del socialismo a comprender que el salario es el precio pagado por la obra específica que el tra­tador ejecuta, el precio de la concreta contribución del asalariado a la realización de la operación de que se trate, el precio —como dicen las gentes— de ese mayor valor que los respondientes materiales cobran una vez queda agregada mismos la aportación laboral objeto de retribución. El patrono lo que invariablemente adquiere —sean los salarios pagados temporariamente o por unidad producida— no es el tiempo del operario, sino específica obra, concreta performance .Por eso resulta totalmente inexacto decir que el trabajador, bajo una economía libre, no pone interés personal en la labor realizada. Yerran del modo más grave los socialistas cuando aseguran que no se ve el sujeto acicateado por su propio egoísmo a trabajar con la mayor eficiencia cuando se le paga el salario por horas, semanas, meses o años. Son, por el contrario, muy interesadas consideraciones —y no altos ideales ni sentimiento alguno del deber— lo que al trabajador temporariamente pagado induce a laborar con diligencia, evitando toda ociosa pérdida de tiempo. Quien trabaja más y mejor—en igualdad circunstancias—también gana más. El que quiere incrementar sus ingresos sabe —invariados los restantes datos— que ha incrementar la cuantía o mejorar la calidad de su aportación laboral. Harto difícil resulta, como bien sabe todo empleado-haragán y marrullero, engañar al severo patrono; más fácil no hay duda, pasarse la mañana leyendo el periódico en oficina pública que en una empresa privada. Muy tonto el trabajador que no advierta cómo sanciona el mercado ¡holgazanería y la ineficiencia en la labor.

9. La evidencia de que el cálculo económico es imposible bajo el socialismo proorciona sólidos razonamientos para refutar aquella falacia.

10. “La evidencia de que el cálculo económico es imposible bajo el “neoliberalismo” proporciona sólicos razonamientos para refutar aquella falacia”

No pongo en duda el fracaso total de la “economía planificada” pero pongo en absoluta duda que la “economía especulativa” del neoliberalismo sea la solución.

1Para ver qué es una explicación feroz véase Wikipedia artículo “Explicación”.

No es cuestionable que el hombre sensato tiene que especular, sobre el futuro suyo y de su grupo. La cuestión puede tal vez aclararse si definiéramos adecuadamente qué debemos entender por especular.... y qué tipos de especulaciones son las adecuadas o inadecuadas. La solución .... otro día.